No es para tirar manteca al techo, pero la desaceleración inflacionaria de noviembre, que registró una variación del 4,9%, marcó un punto de inflexión para la gestión del ministro de Economía, Sergio Massa, en su afán por bajar las expectativas. De hecho, sus colaboradores difundieron las siete razones por las que el Índice de Precios al Consumidor (IPC), difundido ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), rompió una racha de varios meses al 6%.
La construcción cayó un 3,5% en octubre, según el Indec- Se suspendió el financiamiento por emisión
-Se pasó a una política de tasas positivas
-Se ordenaron las reservas que pasaron de negativas (-U$S 426 millones) a positivas (+ U$S 7.000 millones).
- Se ordenaron las relaciones y desembolsos del FMI, BID y Banco Mundial
-Se ordenó el gasto, bajando del 12,4% de déficit en agosto a cumplir la meta del 2,5%
-Se implementó un nuevo régimen de comercio exterior controlando la fuga de dólares por las SIMI (Sistema Integral de Monitoreo de Importaciones).
- Se puso en marcha un programa de precios, con sendero en 49.000 productos de consumo masivo y de producción y precio fijo en 2.000 productos que explican 68% del consumo de la gente.
La política monetaria ya no es expansiva como lo fuera hasta mediados de año; las tasas de interés, de fuertemente negativas en el primer semestre han pasado a un andarivel cercano a la neutralidad; mientras que la política fiscal se ha moderado, con el recurso de un gasto público que evoluciona por debajo de la tasa de inflación en la medición interanual, indica un reporte elaborado por el Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral). Puede decirse que es una agenda razonable para evitar una espiralización de la inflación. De hecho, los datos del Indec de noviembre con una inflación mensual de 4,9 %, validan esta percepción, con Alimentos y Bebidas subiendo 3,5 %, ajustándose a la pauta de “precios justos”, puntualiza el economista de la Fundación Mediterránea Jorge Vasconcelos. Sin embargo, advierte, las presiones inflacionarias subyacentes no se han aplacado, aunque en la “superficie” (evolución de la Base Monetaria) se observe mayor control. El balance de 2022 muestra que por el dólar soja y las compras en el mercado secundario de deuda del Tesoro se han activado factores de emisión monetaria que acumulan el equivalente a 2,9 puntos del PIB, a lo que se suman los 4 puntos del PIB que se contabilizan por el pago de intereses de Leliq.
Según el Ieral, temporalmente, el efecto del “dólar soja” (todo indica que será recurrente el año próximo) ayuda al gobierno a recomponer reservar y mejorar la recaudación de retenciones. Pero, en el mediano y largo plazo, no define incentivos para un aumento sostenido de las exportaciones de la Argentina, más allá de una creciente “sojización” de los cultivos agrícolas. En ese contexto, agrega Vasconcelos, las empresas exportadoras que están fuera del “mundo soja” se enfrentan a un escenario en el que:
a) el gobierno posterga la decisión de llevar el tipo de cambio oficial de 172 pesos a un nivel más realista;
b) los costos pueden seguir aumentando por encima del tipo de cambio, por la mayor emisión y la persistencia de la escasez de insumos importados;
c) todo esto en un contexto de economía mundial coqueteando con la recesión de cara a 2023 y un socio comercial clave como Brasil devaluando en forma significativa el real en relación al peso.